Silencio por favor, silencio, silencio ,
silencio ad infinitum.
La clase va a comenzar.
Tome asiento por
favor, póngase derecho, deje de comer, deje a su compañero, no tire
papeles. Muestre modales jovencito. Guarde el celular o se lo quito,
guarde eso, aquello, guarde su energía, su infancia, sus ganas de
jugar y las que tenga de ser un niño normal.
La clase va a
comenzar.
El profesor recapitula sus años de estudio en las
guías del Simce, esgrime la tiza isofit de origen chino, crea el
enunciado grafitiado en el muro blanco de los saberes -objetivo
esclarecido-, -objetivo cumplido-.
La verdad se otorgó tras decenas de
reformas, la ley tanto, el ministro tanto, el decreto tantito.
Todo
eso ahora importa lo que importa saber quién fue don nadie. Porque
ahora él es verdad.
No hay error, no hay crítica posible, toda
duda es descartada el profesor es quién estudió, el profesor es el
profesor.
Silencio por favor.
Alguna vez
escuchó igualdad, definió sin Rae quién era don equidad. Alguna
vez marchó y como loco gritó.
Bonitos días pero equivocados. Porque el decreto, la
ley, el ministro; todos los tantitos, eran la verdad. Ahora ve con
claridad.
Recordó los -el profe no cacha una-, -¿cómo quiere
que estudiemos tanto?-, -profe porfa, baje la escala-.
Sintió
entonces ser ternero ahora siendo vaca. Oía los cantos fúnebres de
las pruebas pasadas, las décimas muertas hundiéndose a la vera del
islote -glorioso y esquivo cuatro.
Notas, pautas, escalas,
promedios y más promedios. Tinta roja en sus manos mostraban de
forma fehaciente e inequívoca, los crímenes e injusticias que ahora
apelaban a un juicio por educacidio.
Todos estos lexemas
concientizados desde sus inicios luchaban ahora contra su verdad.
El
escudo era grueso, la utepé y el gobierno se apuntalaban a su
espalda para evitar su derrumbe.
¡Silencio por
favor!
Murmullos se escuchan hacia los niños: La planificación
es mi biblia, mi guía y mi pastor, nada me faltará. Es mi guía y mi pastor, la planificación, nada me faltará.
Multiplicidad
de factores ahondaban en el aire, les decían a las semillas que algo
no andaba bien, que la educación no era gramatical, que la
evaluación no era finalidad y que el futuro no existía en la celda
aular.
Mil alumnos se levantaron, con mil dagas hechas de reclamos
y la esperanza, agónica y apedreada madre, finalmente despertaba de
su coma capital.
¡Silencio por favor! Que no puedo no
pensar, que no puedo ser verdad.
Nadie oyó el disparo en la
cien del profesor, el suicidio tronador.
Dándose la vuelta lo
único que vio fueron almas no-cuantitativas y un futuro
soñador.
Efectivo el profesor: Guarden su Simce, hay actividad para hoy.